Hoy charlamos con Pablo Natali, Director Comercial, que está piloteando el aterrizaje de Cheaf en Argentina. Una app que llegó para cambiar la forma en la que los locales gastronómicos manejan su excedente de comida, conectándolo con consumidores que quieren comer bien y cuidar el bolsillo (y el planeta).

– Fuente: Cheaf
Pero esta entrevista no es solo sobre logística, métricas o expansión. Es también sobre convicción, cultura foodie y la chance de hacer algo distinto en un rubro que lo necesita.
¿Cómo funciona en pocas palabras, para quien nunca escuchó de Cheaf?
Cheaf es una app que conecta a locales gastronómicos con excedente de comida con personas que quieren comer rico, pagar menos y evitar el desperdicio. Los locales suben “packs sorpresa” con productos en perfecto estado que no llegaron a vender, y los usuarios los compran a través de la app con hasta 50% de descuento. Simple, rico y con impacto.
¿Qué desafío fue el más grande al traer Cheaf a Argentina?
Adaptarnos al contexto argentino: económico, cultural y logístico. Acá el desperdicio duele más, pero también hay más desconfianza, más informalidad y menos margen de error. Nos tocó demostrar que esto no es “comida vencida” ni “una promo más”, sino una forma nueva de consumir, más consciente y justa para todos.
¿Qué tipo de locales gastronómicos se están sumando?
Desde panaderías de barrio hasta cadenas grandes. Hay mucha diversidad: cafeterías, pastelerías, dietéticas, tiendas de productos gourmet, almacenes orgánicos, incluso supermercados. Lo que tienen en común es que quieren vender mejor su producción sin tener que tirar, y les importa el impacto que generan.
¿Y cómo es el público que compra por Cheaf?
Es muy amplio, pero tiene algo en común: curiosidad. Son personas que quieren cuidar el bolsillo, sí, pero también se copan con la idea de rescatar comida. Gente joven, estudiantes, familias, foodies, incluso jubilados tech. Hay un pequeño orgullo en “hackear el sistema” y comer bien sin fundirse.
¿Un local que te sorprendió gratamente al sumarse?
Uno de los primeros fue Gontran Cherrier, una panadería francesa top en Palermo. Fue una señal de que este modelo no era solo para “saldos”, sino también para marcas que cuidan la calidad y no quieren desperdiciar ni lo más mínimo. Ese tipo de alianzas abren muchas puertas.

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¿Qué le dirías a un gastronómico que duda si sumarse?
Que pruebe una semana. Sin compromiso, sin cambiar nada de su operación, sin costo fijo. Lo peor que puede pasar es que gane plata con algo que antes tiraba. Y lo mejor que puede pasar es que conecte con una comunidad nueva, más fiel y más consciente.
¿Cómo ves el futuro de Cheaf en Argentina?
Lo veo creciendo en todo el país, con una comunidad cada vez más grande. Pero también lo veo como parte de un cambio cultural más profundo: el de dejar de normalizar el desperdicio. Queremos que Cheaf sea sinónimo de consumo inteligente y sustentable, no solo en ciudades grandes, sino en todos los rincones del país.
Por último: tu comida favorita de un pack sorpresa que hayas probado.
Una vez me tocó una caja de budines de banana y muffins caseros que estaban todavía tibios. Lo juro. Fue uno de esos momentos en que entendés que esto no es un descuento: es una recompensa.
La historia de Cheaf en Argentina muestra cómo la innovación puede ir de la mano con la conciencia ambiental y la eficiencia operativa. En un mercado desafiante como el argentino, conectar con consumidores conscientes y aprovechar cada recurso disponible puede marcar la diferencia.
Integrar soluciones como Cheaf, junto con herramientas como un buen software gastronómico, permite a los locales adaptarse al presente y construir un futuro más rentable y sustentable.